... a mí me duelen los pies...
Siempre he creído que el amor es como los zapatos.
Primero los ves allí, en el escaparte, y piensas: "Qué bonitos son!" o " me vendrían muy bien" o "creo que son lo que andaba buscando"... Y te los compras porque te gustan y apuestas por ellos. Sin embargo, una vez en casa, puede que pasen una de estas tres cosas:
1.- Te van a la perfeccón, son preciosos, se ajustan a tus necesidades y además son comodos y a todo el mundo les gusta. Se convierten en tus zapatos preferidos.
2.- Los primeros días van bien pero, al poco empiezan a dolerte, te hacen heridas y te molestan mucho pero, como son lo que has elegido y lo que andabas buscando y además tienes mucho sentido del sacrificio, decides aguantar. Y al final la recompensa; consigues que se adapten a la perfección a ti y se convierten en tus zapatos preferidos.
3.- No hay forma de aguantar eso. Te duelen cada vez que te los pones, te hacen heridas y te sangra. Tristemente te das cuenta que por mucho que te gusten no son para tus pies. Pero aún así les das una oportunidad, con mil tiritas y después de llevarlos al zapatero, pero nada. Sabes que no son para ti y, con dolor y melancolía los guardas, quizá con el tiempo... De momento esos, tus zapatos preferidos, no te los puedes poner.
Realmente creo que es así. Y a mí aún me duelen los pies d emis últimos zapatos. Estaban hechos para mí, pero no pude con el dolor. Están guardados, quién sabe, quizá con el tiempo...
A veces los contemplo y me alegro de verlos tan bien, aunque sean en otros que no son mis pies.
*óscaredú*
Primero los ves allí, en el escaparte, y piensas: "Qué bonitos son!" o " me vendrían muy bien" o "creo que son lo que andaba buscando"... Y te los compras porque te gustan y apuestas por ellos. Sin embargo, una vez en casa, puede que pasen una de estas tres cosas:
1.- Te van a la perfeccón, son preciosos, se ajustan a tus necesidades y además son comodos y a todo el mundo les gusta. Se convierten en tus zapatos preferidos.
2.- Los primeros días van bien pero, al poco empiezan a dolerte, te hacen heridas y te molestan mucho pero, como son lo que has elegido y lo que andabas buscando y además tienes mucho sentido del sacrificio, decides aguantar. Y al final la recompensa; consigues que se adapten a la perfección a ti y se convierten en tus zapatos preferidos.
3.- No hay forma de aguantar eso. Te duelen cada vez que te los pones, te hacen heridas y te sangra. Tristemente te das cuenta que por mucho que te gusten no son para tus pies. Pero aún así les das una oportunidad, con mil tiritas y después de llevarlos al zapatero, pero nada. Sabes que no son para ti y, con dolor y melancolía los guardas, quizá con el tiempo... De momento esos, tus zapatos preferidos, no te los puedes poner.
Realmente creo que es así. Y a mí aún me duelen los pies d emis últimos zapatos. Estaban hechos para mí, pero no pude con el dolor. Están guardados, quién sabe, quizá con el tiempo...
A veces los contemplo y me alegro de verlos tan bien, aunque sean en otros que no son mis pies.
*óscaredú*